jueves, marzo 13

La importancia del vestir.

A lo largo de nuestras vidas, y de manera mucho más evidente en el cotidiano, realizamos distintos tipos de ritos y protocolos. Vamos de negro a los funerales y jamás de blanco a un matrimonio; esperamos que los doctores ocupen batas blancas y nos arreglamos un poco más de lo normal para asistir a una entrevista de trabajo. 

El vestir entonces, es sólo otro manera que tenemos de expresarnos y de otorgarle o no, a ciertas ocasiones, un mayor grado de importancia. Ahora bien, la tradición a veces hace el trabajo por nosotros indicándonos que en ciertas situaciones, por el nivel de importancia que tienen y por ende, a través del protocolo nos dictan, cuan formal o no tenemos que ir a determinados eventos. 

Es por este tipo de cosas que, cuando un diputado de la república, atiende al evento en el cual se le va a investir como tal, como si recién se hubiese levantado de la cama, no sólo no luciendo una tenida más formal, sino que además, desordenado, con la apariencia de que ni una peineta pasó por su pelo, es inevitable que el resultado sean múltiples comentarios al respecto, e incluso alguna que otra persona un poco molesta. 

Con todo lo dicho, no es que la inteligencia de una persona se determine, de ninguna manera, por el como se visten, ni mucho menos si tiene buenas o malas intenciones. Una persona puede ser brillante y capaz, pero eso no justifica en ninguna medida que pueda aparecerse en ciertas ocasiones como si estuviese en un día de campo. Se que los más revolucionarios consideran que nunca debería medirse la capacidad laboral de una persona por lo que lleva puesto -estoy de acuerdo con ellos en eso-, pero como todo en la vida, las cosas no son blanco y negro y creo importante tomar en consideración lo siguiente: 

1) Evidentemente, el ideal es que hagamos un juicio sobre la capacidad e inteligencia de una persona después de conocerla y hablar con ella sobre distintos temas, o verla desempeñándose en su trabajo. Sin embargo, siendo honestos, eso nunca pasa. La primera impresión es no sólo inevitable, sino también implacable, y por lo tanto muy difícil de cambiar. Querer obviar aquello, o creer que no lo hacemos es ser simplemente ingenuo, y ciertamente implicaría que estamos atacando el problema, de la discriminación por como nos vemos, de la manera incorrecta. 

2) Hay ciertas situaciones, que por la relevancia que tienen, ya sea por tradición o por la importancia que le dan las personas que los organizan, es una falta de respeto hacia ellos insistir con esta idea de llegar vestido como me da la gana, pues insisto, aun no conozco a ninguna mujer que decida llegar de blanco a un matrimonio (a menos que este de antemano concertado con la novia). La pregunta es, porqué eso nos parece tan obvio, pero nos cuesta entender que ciertos lugares de oficina o eventos requieran un cierto grado de formalidad y protocolo. 

Entonces, el llegar bien vestido y acorde a la ocasión a un lugar, no significa que seamos menos inteligentes, ni que eso justifique que estamos preocupados de lo verdaderamente importante; tampoco significa que eres la persona más adecuada, por ejemplo, para el cargo determinado en una empresa, pues eso se verá con el tiempo y con las ideas que tengas, y como te relaciones con los demás, tu nivel de profesionalismo, etc..., pero si significa que entiendes donde estas y la solemnidad de las distintas ocasiones y que eres atento con ellas. Es posible que para ti sea indiferente el vestir, pues no demuestras respeto a través de lo que tienes puesto, pero eso no significa que el otro, al que tienes enfrente, no lo sienta como una falta de consideración.