Como es costumbre de todo fin de año, en el de este 2013 no faltaron las típicas ceremonias de fin de año. Por lo general, no me molestan las este tipo de ritos, porque soy una de esas personas a las cuales le gustan los ritos, esas ocasiones especiales en las que se marca generalmente el término de una etapa y obviamente el comienzo de una.
¿El problema? Como no todo es perfecto en esta vida, es necesario admitir que si bien son cosa buena los ritos, en la gran mayoría de los casos estas ceremonias son un desastre. Largas, a horas totalmente inconvenientes (temprano en la mañana un día sábado, o a la hora del taco en la tarde); todo sumado a trajes insoportables -como éstas togas de polyester (para los que no saben es con altos porcentajes de plástico, por lo que uno termina transpirando como loco)- y discursos francamente lateros y poco inspiradores, por lo que al final el resultado es simplemente un desastre. Pero igual, ahí terminas sonriendo, incluso emocionándote ya sea que seas la festejada de la ocasión o quien va de público, y no importando el calor, la espera y lo fome que pueda ser una ceremonia, celebras el fin de un proceso.
Felices Fiestas.
(por fin, licenciada de derecho)